Las Olimpiadas cual flor de loto
Pedro Aranda Astudillo Fundador de la Corporación Gen.
Julio 2021
La flor de loto es la maravilla que surge de aguas cenegadas. Su esplendor son sus pétalos abiertos al sol a ras de sus aguas lodadas. Nuestra humanidad ya por dos años bajo los estragos del covid19 y cepas, nos ha llevado más de tres millones de personas, dejando estelas de incertidumbres, y, no faltan los humanos pese a sus efímeras existencias creerse todopoderosos: El Sr Presidente Ruso Vladimir Putin recientemente hizo una ostentosa visita a una fábrica de un “dron bélico” que superará dos veces la velocidad del sonido. El año pasado festejaba la creación de un misil intercontinental invisible a radares. Estados Unidos y China mostrándose “los dientes”…y si los estallidos sociales recorrieron países democráticos, igual surgieron en las dictaduras férreas. Los gritos del hambre, la sed de libertad son ya irreprimibles.
Sumidos en nuestras lacerantes necesidades vitales aparecen irrenunciablemente las Olimpiadas Niponas. Estos juegos poseen la virtud, su fuerza, su energía de mostrarlas al mundo que los humanos también al igual de la flor de loto se abren al mundo, que es posible reunirse en convivencia de compartir, más que competir, presentar lo mejor de cada cual. Son una constelación de gracias, de arte, de virtudes, de enarbolar las potencialidades de nuestro cuerpo que se transfiguran en sus ”vuelos” gimnásticos, y en las más variadas destrezas.
Las olimpíadas son un templo de aquella libertad liberada del lucro, a sus fieles sólo les basta “exponer” sus habilidades amasadas en sacrificados entrenamientos, en austeridad, en constancias sin treguas. EL filósofo latino Séneca nos decía “no hagas de tu cuerpo la tumba de tu alma”, y las olimpíadas: “ haz de tu cuerpo la gloria de tu alma”.
Decimos que las realidades superan las fantasías: en estos deslumbrantes juegos se produjo una “ dolorosa caída amarga”, la renuncia de continuar su participación de su “majestuosa gimnasta” Simone Biles. Sus motivos, pese a sus dominios sobre su cuerpo debió rendirse a una presión mayor “sus fantasmas mentales” minaban su vida íntima, disrrumpían sus concentraciones deportivas. Los traumas de un pasado no basta echarlos a la espalda…. Son nudos dolorosos, no se disuelven con los éxitos que tengamos.
La genuina autenticidad de Simone refulgió más que todas las medallas olímpicas: declarar que no sólo tenemos una corporalidad, un alma, somos seres de profundidades donde se alojan las conciencias, el espíritu. Vivimos como si no tuviéramos una vida interior, pues la cultura reinante es ver caras pero no corazones, las apariencias reinan sobre lo que somos. Somos vidas engendradas desde el amor aunque nos espera una selvática cultura, somos células transidas de emociones, de sentimientos aunque la cultura nos dicte que hay que “controlarlas, reprimirlas”. Nuestro cuerpo se rinde a los años pero nuestra conciencia, nuestra vida interna vive en su continuo presente: nacemos con una identidad que se mantendrá hasta nuestro final. Vivir en conexión con nuestro mundo interior es como toda semilla que se yergue desde sus adentros. Gracias Simone por tu honestidad, tu dignidad brilló sobre tus éxitos… también la flor de loto sobre sus turbias aguas….
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