Pedro Aranda Astudillo
5 de julio 2016
pedroyiduaranda@gmail.com
La Astronomía nos corona como País y, más como región.
Nuestro territorio es un escenario propicio para adentrarnos al macro universo.
¡Qué pasión más insondable por saber de dónde venimos!. Si en nuestro planeta
la vida se asoma hasta en los intersticios de las piedras ¿cómo no la habrá en
las millones de galaxias? Los astrónomos
se recrean auscultando las inabarcables masas de materias que danzan en los
ilimitados espacios. Toda la materia expandiéndose entre sí hacia los confines
sin fin. Pero, sus hallazgos los han conducido hacia un otro magno e inasible
misterio: ¡La materia oscura, la energía oscura!.
Haber salido de nuestro planeta ha eclosionado nuestras
tecnologías en todos sus campos. Paradójicamente nuestras complejidades se van
simplificando. “El mundo feliz”, menos lejano. La robótica nos dice: “tome
asiento, todo lo puedo hacer yo”. Las energías limpias nos desintoxicarán y
todo será reciclable. Habremos comprendido que la creación es un tejido de
relaciones.
Mientras nos embelesamos de los brillantes logros, está su
reverso: el abismo ante las dramáticas colisiones en nuestras
convivencias. La larga trayectoria
científica nos llevó al Big Bang, sin embargo aún distamos, “años luz”, del
origen de nuestros sentimientos, emociones, afectos, percepciones. La
Neurología los centra en la masa encefálica y la cibernética lo replica.
Lo ríos difunden la vida en la tierra y nos inspiran para un
nombre más apropiado que el cerebro, para ir al manantial de nuestros
sentimientos que irrigan nuestro vivir, caminar, amar. A esta fuente le llamamos Corazón de él emanan
los torrentes sanguíneos, que energizan las miríadas de células de
nuestro cuerpo, los latidos. Cada pálpito musita la ternura de la reina
sensibilidad que todo aproxima. “Sólo con el corazón se puede ver bien”.
Si la naturaleza es un Organismo que armoniza la creación, ¿por
qué la convivencia humana refleja más sus desarmonías que, a su vez desmedra
nuestra armonía ecológica? Millones de millones invertidos en Astronomía, destinarlos a la investigación del corazón humano para
garantizar una sana convivencia, sería infructuoso.
Aprender a ver, admirar, INTERNALIZAR la magnificencia del
micro y macro universo nos enseñaría cuán fugaz es cada uno de nosotros, la
levedad de nuestro ser. Comprenderíamos que
provenimos de esa común e incomensurable consternación energética, y, que esta
tierra nos albergaba un corazón para convivir en sintonías. Las
“retro-perspectivas” son nutricias: si regresamos a nuestros orígenes nos
impulsaríamos hacia una plena humanidad.
Nos fascina y sobrecoge visionar nuestra Vía Láctea con nuestro sistema
solar, sus planetas, las constelaciones. ¿Por qué eludimos adentrarnos en
nuestras conciencias, en el íntimo
cosmos de nosotros mismos?. Parecería
que ignoramos que lo que más buscamos en la vida está en el fondo de nuestro
corazón.
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