lunes, 14 de abril de 2008

Carta para nosotros y también para otros...

. 1º de Junio 2007. pj.aranda@gmail.com



 “Adivina buen adivinador “: ¿Cuál es el mayor hipnotizador del mundo?



La hipnosis es para detener el presente y revivir el pasado que no nos atrevemos a verlo despierto. Más aún se ha prestado para viajar hacia las posibles reencarnaciones que hubiésemos tenido, reencarnaciones esfumantes.
Pero, también el poder de la hipnosis es para apagar la conciencia del presente y convertirnos en las mayores ridiculeces. El mayor hipnotizador de masas es el modo de vivir tan “globalizado ”, englobante, dentro de una red tan inmensa como el mar y que todo lo que sucede en ella es normal : “ las cosas son así ”.
He tenido la oportunidad, por fines formativos, educativos de compartir inquietudes de cómo estamos viviendo con diversos grupos sociales : empleados, ejecutivos, dueños de pequeñas y medianas empresas, con profesores y apoderados.
Ante las pregunta limpia y directa sin ninguna orientación o introducción :
¿Cómo ve, cómo siente Ud. nuestro mundo? y cuyo único requisito es escuchar las respuestas de cada cual, sin objetar o discutir, sólo acogerlas y se exponen en un plenario. Esta instancia para que afloren las vivencias a flor de piel se realiza en un lapso de 7 minutos en grupos de 3 a cuatro personas. Si bien es un tiempo breve, sin embargo las expresiones literalmente borbotean como los géiseres del Tatio : Cada grupo expone con absoluta autonomía.
Sus conclusiones son las que siento necesarias de compartírtelas.
Deshipnotizarnos o Darse Cuenta de cómo están las aguas en las que navegamos nos engendran una real esperanza de cambiar nuestras ópticas.
Nuestro mundo cambia dependiendo con qué ojos los vemos. Veamos las percepciones vivenciales predominantes.
“Vivimos un mundo tan competitivo, tan estresado, tan agresivo, tan violento, inseguro, tan insensible incluso para consigo mismo, ya nada me asombra, cada vez más virtual y menos real, la incomunicación es transversal en la era de las mayores invenciones de instrumentos comunicacionales, la tecnología cuán benéfica, pero, cuán arrollante, los chips desplazando a los seres humanos.
Y, el nido donde concentraría una comunicación más nutricia que sería el hogar, cada uno en su pieza contactándose con el macro mundo del Internet, de la TV… los climas familiares suelen alterarse que dan pasos a violencias psíquicas o físicas, las relaciones son temerosas entre padres e hijos.
Es muy paradójico, por decir lo menos, que mientras se desploman muros culturales, mitos, de reconocimientos de las diversidades, las personas sienten una fría distancia entre ellas. Aquella experiencia de la convocatoria masiva a posar desnudos fue un éxito perplejante por la cantidad de personas que participaron. Un flash a la igualdad humana, sin barreras.
Sin embargo, las encuestas de desarrollo humano de la Naciones Unidas reflejan que sólo el 5 % de los chilenos dice confiar en las personas. Los sentimientos de soledad hormiguean por doquier, pues la atención que nos deberíamos a nosotros mismos está vaciada en las múltiples ocupaciones, pre – ocupaciones y urgencias.
Quizás, son nuestros subterfugios para huir de nosotros mismos. Más aún cuando nuestra autoestima está depreciada. Los vertiginosos cambios, nos marcan una vida acelerada, angustiosa por perder el ritmo, desde la “comida rápida” a cómo leer, informarse más rápido, lo breve es doblemente bueno, sentimos que el tiempo “ se nos pasa volando ” se hace imposible detenerse para reflexionar, asimilar, procesar, madurar, tomar distancias frente a las inmediateces.
El mundo laboral apremiante en función de las metas, de los logros, La cultura tecnológica entroniza el motivo esencial de reducir costos por un insaciable rendimiento, de resultados. 
La tecnocracia predominante ni soslaya sus repercusiones al interior de las vidas humanas. ¿Quién no está a favor de la vida? pero, en los hechos la vida no es respetada, precisamente porque la vida tiene “ una lógica “ que la razón ignora.
Saltan a la vista los progresos de una vida más confortable, pero esta comodidad ha secado la sangre del espíritu que irriga la capacidad de la creatividad, de mirar más allá de nuestras redes, de ese espíritu que se recrea en la convivencia donde prime el respeto por sí mismo, respeto por el otro, de asumir la responsabilidad a fondo de los propios actos. El sentido de propiedad por los propios actos está minimizado pues respiramos la cultura de los sustitutos: la modernidad tiene lo inimaginable para suplir lo que nos falte.
Hay personas que están cubiertas de accesorios, que ya les son imprescindibles. En esta era briosa del conocimiento , de ansiedad patológica de acumular conocimientos, y por ende no se enseña a pensar, el objetivo de informar desplazó al de formar tanto en los colegios y más aún en la universidades.
Es obvio que por los conocimientos hemos dado saltos ornamentales desde los descubrimientos del genoma humano a las estaciones espaciales.
Pero, al mirar las enormes brechas entre los seres humanos nos lleva a preguntarnos: ¿por qué los conocimientos, hasta el día de hoy no han aportado al enriquecimiento de las relaciones humanas ?, ¿por qué se ha escindido la verdad científica del bien?
El Bien que dignifique a la sociedad no como individuos, sino una sociedad de personas, de llevarlas a ser parte del esplendor de la belleza de la creación.
Esta pregunta, podría parecer para no pocos, poética, insustancial de realidad, o una utopía sólo para soñadores.
La soberbia del conocimiento estaría por rendirse ante el calentamiento global, ante las carencias de agua potable en las próximas décadas.
El encandilamiento por el paraíso en la tierra nos encegueció ante los recursos energéticos , más aún en pensar por las energías limpias y renovables.
Analógicamente, nos hemos llenado de cosas o más bien dicho de aspiraciones, sin embargo, una gran mayoría de seres humanos anda sin energía para trabajar, para estudiar. Anegados por los torrentes de estímulos.
No deja de ser sintomático de la proliferación de charlas, seminarios, cursos que se han dado, que se dan “para motivar a la gente”, para que los jefes sean líderes y sepan infundir alma, entusiasmo en la gente….
Vivimos para trabajar, porque estamos más que persuadidos que para vivir “decente –mente” debemos trabajar casi sin pausa, para mayores ingresos más trabajo, así hay más progreso, más riqueza y todos ganamos.
Aunque reconozcamos que el consumismo nos consume. Dinero y éxito son los ídolos, es inconcebible ya la felicidad sin ellos. Para obtener estos adorables trofeos no escatimamos ningún sacrificio.
Los individuos sólo se dividen entre los vencedores y perdedores. El fracaso es insoportable. Posicionarse, posesionarse en el mercado, su dinámica va hacia la concentración de los poderes en todo orden de las actividades humanas.
El mercado es el ámbito, la cancha donde los “gladiadores” orgullosamente saludan a sus césares. El mercado pasa ser la vida misma, nos desarrolla al máximo la adrenalina. Un gol, un punto más es un delirio, es tocar el cielo. Y, si ya logramos satisfacer las necesidades, para no aburrirnos recurrimos a las pruebas de mayor riesgo, mientras más peligrosas más apasionantes, aunque de ellas seamos sólo frenéticos espectadores.
Los íconos sociales se yerguen, pero como inexorablemente son seres humanos muestran las debilidades de sus talones. Hay caídas estrepitosas,
¿en quién creer, qué valores valen?
El alma parece quedarse desierta. Hemos conquistado el espacio, pero no nuestro interior.
¿UN CALLEJÓN SIN SALIDA?: Estos comportamientos sociales deterioran profundamente la vida síquica, espiritual de las personas.
El altísimo consumo de los psicofármacos lo ratifican, más aún si agregamos las más diversas adicciones, los sentimientos de vacío que nos presionan aferrarnos a lo que tengamos a mano.
Hay que ya preguntarse en serio ¿por qué las personas necesitan de drogas?
¿Por qué personas, que alcanzaron las cúspides, necesitan drogarse?
La calidad de vida se identifica con el mejoramiento u optimización de los recursos materiales que sólo llegan hasta la piel, pero, no hacia la vida en su interioridad humana. Vemos que hay personas secuestradas por años.
Sin embargo, lograron visualizar su escape con el coraje de amor por sí mismo y de amor por sus seres amados. Con ello pudieron crear sus estrategias liberadoras. En la situación extrema de otros, sus cuerpos podrán estar encadenados, pero, su espíritu mantiene sus alas libres.
                                                       


Al decir de Neruda: “la vida es un pez preparada para ser pájaro”, somos peces porque estamos sumidos y enredados de costumbres, de paradigmas, de sistemas.
Entonces, ¿qué nos queda a quiénes ya no soportan la asfixia de un mundo encerrado? No deja de ser sugerente que se siga estudiando si podemos cambiarnos de planeta, cambiarnos de casa, fugarnos a la casa de vacaciones.
 El tema no es cambiarse de casa, el tema es transformar nuestra mirada, aquello por lo que dice S. Exupery . “lo esencial es invisible para los ojos, sólo se puede ver bien desde el corazón “Darnos cuenta de cuáles son nuestras redes, vivenciar que la creación en sí tiene sentido, que no es absurda y, que por lo tanto su propia vida participa del concierto de toda la naturaleza.
Revertir los paradigmas que nos han inoculado, que nos han penetrado por osmosis, que nos han separado de los valores que entraña la vida misma. La capacidad de pensar y sentir por sí mismo. Acrecentar el sentido que me pertenezco y que me justifico por mí mismo, valgo por mí mismo y no por lo que tenga, volver los ojos hacia lo que nos constituye como ser humano.
Es más posible buscar lo que me pertenece y encontrarlo. Como aquella imagen bíblica en la expresión de Adán al ver a la mujer: “esta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos”.
Esta toma de conciencia requiere crearse espacios de reflexión, de interiorización, de silenciar el bullicio de nuestras mentes y sumergirse sin miedo al enigma de sí mismo, hendirse como las raíces que encuentran siempre sus nutrientes.
Abrirse a diálogos de relaciones de transparencias. La madre naturaleza no sólo nos provee sino también entraña mensajes de verdad , de bien y de belleza. En los brazos de la madre natura entramos todos porque de ella venimos. Valga, entonces reconciliarnos con ella, después de usarla irrespetuosamente.
La hemos herido, la contaminamos con nuestras ambiciones. Pero, si la amamos nos devolverá nuestra errante esencia

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