“Adivina buen adivinador “: ¿Cuál es el mayor
hipnotizador del mundo?
La hipnosis es para detener el
presente y revivir el pasado que no nos atrevemos a verlo despierto. Más aún se
ha prestado para viajar hacia las posibles reencarnaciones que hubiésemos
tenido, reencarnaciones esfumantes.
Pero, también el poder de la hipnosis
es para apagar la conciencia del presente y convertirnos en las mayores
ridiculeces. El mayor hipnotizador de masas es el modo de vivir tan “globalizado
”, englobante, dentro de una red tan inmensa como el mar y que todo lo que
sucede en ella es normal : “ las cosas son así ”.
He tenido la oportunidad, por fines
formativos, educativos de compartir inquietudes de cómo estamos viviendo con
diversos grupos sociales : empleados, ejecutivos, dueños de pequeñas y medianas
empresas, con profesores y apoderados.
Ante las pregunta limpia y directa sin
ninguna orientación o introducción :
¿Cómo ve, cómo siente Ud. nuestro mundo?
y cuyo único requisito es escuchar las respuestas de cada cual, sin objetar o
discutir, sólo acogerlas y se exponen en un plenario. Esta instancia para que
afloren las vivencias a flor de piel se realiza en un lapso de 7 minutos en
grupos de 3 a cuatro personas. Si bien es un tiempo breve, sin embargo las
expresiones literalmente borbotean como los géiseres del Tatio : Cada grupo
expone con absoluta autonomía.
Sus conclusiones son las que siento
necesarias de compartírtelas.
Deshipnotizarnos o Darse Cuenta de
cómo están las aguas en las que navegamos nos engendran una real esperanza de
cambiar nuestras ópticas.
Nuestro mundo cambia dependiendo con
qué ojos los vemos. Veamos las percepciones vivenciales predominantes.
“Vivimos un mundo tan competitivo, tan
estresado, tan agresivo, tan violento, inseguro, tan insensible incluso para
consigo mismo, ya nada me asombra, cada vez más virtual y menos real, la
incomunicación es transversal en la era de las mayores invenciones de
instrumentos comunicacionales, la tecnología cuán benéfica, pero, cuán
arrollante, los chips desplazando a los seres humanos.
Y, el nido donde concentraría una
comunicación más nutricia que sería el hogar, cada uno en su pieza
contactándose con el macro mundo del Internet, de la TV… los climas familiares
suelen alterarse que dan pasos a violencias psíquicas o físicas, las relaciones
son temerosas entre padres e hijos.
Es muy paradójico, por decir lo menos,
que mientras se desploman muros culturales, mitos, de reconocimientos de las
diversidades, las personas sienten una fría distancia entre ellas. Aquella
experiencia de la convocatoria masiva a posar desnudos fue un éxito perplejante
por la cantidad de personas que participaron. Un flash a la igualdad humana,
sin barreras.
Sin embargo, las encuestas de
desarrollo humano de la Naciones Unidas reflejan que sólo el 5 % de los
chilenos dice confiar en las personas. Los sentimientos de soledad hormiguean
por doquier, pues la atención que nos deberíamos a nosotros mismos está vaciada
en las múltiples ocupaciones, pre – ocupaciones y urgencias.
Quizás, son nuestros subterfugios para
huir de nosotros mismos. Más aún cuando nuestra autoestima está depreciada. Los
vertiginosos cambios, nos marcan una vida acelerada, angustiosa por perder el
ritmo, desde la “comida rápida” a cómo leer, informarse más rápido, lo breve es
doblemente bueno, sentimos que el tiempo “ se nos pasa volando ” se hace
imposible detenerse para reflexionar, asimilar, procesar, madurar, tomar
distancias frente a las inmediateces.
El mundo laboral apremiante en función
de las metas, de los logros, La cultura tecnológica entroniza el motivo
esencial de reducir costos por un insaciable rendimiento, de resultados.
La tecnocracia predominante ni soslaya
sus repercusiones al interior de las vidas humanas. ¿Quién no está a favor de
la vida? pero, en los hechos la vida no es respetada, precisamente porque la
vida tiene “ una lógica “ que la razón ignora.
Saltan a la vista los progresos de una
vida más confortable, pero esta comodidad ha secado la sangre del espíritu que
irriga la capacidad de la creatividad, de mirar más allá de nuestras redes, de
ese espíritu que se recrea en la convivencia donde prime el respeto por sí
mismo, respeto por el otro, de asumir la responsabilidad a fondo de los propios
actos. El sentido de propiedad por los propios actos está minimizado pues
respiramos la cultura de los sustitutos: la modernidad tiene lo inimaginable
para suplir lo que nos falte.
Hay personas que están cubiertas de
accesorios, que ya les son imprescindibles. En esta era briosa del conocimiento
, de ansiedad patológica de acumular conocimientos, y por ende no se enseña a pensar,
el objetivo de informar desplazó al de formar tanto en los colegios y más aún
en la universidades.
Es obvio que por los conocimientos
hemos dado saltos ornamentales desde los descubrimientos del genoma humano a
las estaciones espaciales.
Pero, al mirar las enormes brechas
entre los seres humanos nos lleva a preguntarnos: ¿por qué los conocimientos,
hasta el día de hoy no han aportado al enriquecimiento de las relaciones
humanas ?, ¿por qué se ha escindido la verdad científica del bien?
El Bien que dignifique a la sociedad
no como individuos, sino una sociedad de personas, de llevarlas a ser parte del
esplendor de la belleza de la creación.
Esta pregunta, podría parecer para no
pocos, poética, insustancial de realidad, o una utopía sólo para soñadores.
La soberbia del conocimiento estaría
por rendirse ante el calentamiento global, ante las carencias de agua potable
en las próximas décadas.
El encandilamiento por el paraíso en
la tierra nos encegueció ante los recursos energéticos , más aún en pensar por
las energías limpias y renovables.
Analógicamente, nos hemos llenado de
cosas o más bien dicho de aspiraciones, sin embargo, una gran mayoría de seres
humanos anda sin energía para trabajar, para estudiar. Anegados por los
torrentes de estímulos.
No deja de ser sintomático de la
proliferación de charlas, seminarios, cursos que se han dado, que se dan “para
motivar a la gente”, para que los jefes sean líderes y sepan infundir alma,
entusiasmo en la gente….
Vivimos para trabajar, porque estamos
más que persuadidos que para vivir “decente –mente” debemos trabajar casi sin
pausa, para mayores ingresos más trabajo, así hay más progreso, más riqueza y
todos ganamos.
Aunque reconozcamos que el consumismo
nos consume. Dinero y éxito son los ídolos, es inconcebible ya la felicidad sin
ellos. Para obtener estos adorables trofeos no escatimamos ningún sacrificio.
Los individuos sólo se dividen entre
los vencedores y perdedores. El fracaso es insoportable. Posicionarse,
posesionarse en el mercado, su dinámica va hacia la concentración de los
poderes en todo orden de las actividades humanas.
El mercado es el ámbito, la cancha
donde los “gladiadores” orgullosamente saludan a sus césares. El mercado pasa
ser la vida misma, nos desarrolla al máximo la adrenalina. Un gol, un punto más
es un delirio, es tocar el cielo. Y, si ya logramos satisfacer las necesidades,
para no aburrirnos recurrimos a las pruebas de mayor riesgo, mientras más
peligrosas más apasionantes, aunque de ellas seamos sólo frenéticos
espectadores.
Los íconos sociales se yerguen, pero
como inexorablemente son seres humanos muestran las debilidades de sus talones.
Hay caídas estrepitosas,
¿en quién creer, qué valores valen?
El alma parece quedarse desierta.
Hemos conquistado el espacio, pero no nuestro interior.
¿UN CALLEJÓN SIN SALIDA?: Estos
comportamientos sociales deterioran profundamente la vida síquica, espiritual
de las personas.
El altísimo consumo de los
psicofármacos lo ratifican, más aún si agregamos las más diversas adicciones,
los sentimientos de vacío que nos presionan aferrarnos a lo que tengamos a
mano.
Hay que ya preguntarse en serio ¿por
qué las personas necesitan de drogas?
¿Por qué personas, que alcanzaron las
cúspides, necesitan drogarse?
La calidad de vida se identifica con
el mejoramiento u optimización de los recursos materiales que sólo llegan hasta
la piel, pero, no hacia la vida en su interioridad humana. Vemos que hay
personas secuestradas por años.
Sin embargo, lograron visualizar su
escape con el coraje de amor por sí mismo y de amor por sus seres amados. Con
ello pudieron crear sus estrategias liberadoras. En la situación extrema de
otros, sus cuerpos podrán estar encadenados, pero, su espíritu mantiene sus
alas libres.
Al decir de Neruda: “la vida es un pez
preparada para ser pájaro”, somos peces porque estamos sumidos y enredados de
costumbres, de paradigmas, de sistemas.
Entonces, ¿qué nos queda a quiénes ya
no soportan la asfixia de un mundo encerrado? No deja de ser sugerente que se
siga estudiando si podemos cambiarnos de planeta, cambiarnos de casa, fugarnos
a la casa de vacaciones.
El tema no es cambiarse de casa, el tema es
transformar nuestra mirada, aquello por lo que dice S. Exupery . “lo esencial
es invisible para los ojos, sólo se puede ver bien desde el corazón “Darnos
cuenta de cuáles son nuestras redes, vivenciar que la creación en sí tiene
sentido, que no es absurda y, que por lo tanto su propia vida participa del
concierto de toda la naturaleza.
Revertir los paradigmas que nos han
inoculado, que nos han penetrado por osmosis, que nos han separado de los
valores que entraña la vida misma. La capacidad de pensar y sentir por sí
mismo. Acrecentar el sentido que me pertenezco y que me justifico por mí mismo,
valgo por mí mismo y no por lo que tenga, volver los ojos hacia lo que nos
constituye como ser humano.
Es más posible buscar lo que me
pertenece y encontrarlo. Como aquella imagen bíblica en la expresión de Adán al
ver a la mujer: “esta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos”.
Esta toma de conciencia requiere
crearse espacios de reflexión, de interiorización, de silenciar el bullicio de
nuestras mentes y sumergirse sin miedo al enigma de sí mismo, hendirse como las
raíces que encuentran siempre sus nutrientes.
Abrirse a diálogos de relaciones de
transparencias. La madre naturaleza no sólo nos provee sino también entraña
mensajes de verdad , de bien y de belleza. En los brazos de la madre natura
entramos todos porque de ella venimos. Valga, entonces reconciliarnos con ella,
después de usarla irrespetuosamente.
La hemos herido, la
contaminamos con nuestras ambiciones. Pero, si la amamos nos devolverá nuestra
errante esencia
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