LA
SABIA GRATUIDAD
“LA ALEGRÍA DE VER Y ENTENDER ES EL
MÁS PERFECTO DON DE LA NATURALEZA”
Este
pensamiento de Don Albert Einstein nos asoma al mundo, a la vida como don, como
gratuidad, y es de propiedad de cada ser humano. Desarrollaré el tema:
“la sabia de la gratuidad” exponiendo
percepciones, vivencias, compartiéndolas
en nuestro peregrinar por una vida que siempre es más de lo que hacemos de
ella.
La
savia se invisibiliza en las flores, en los frutos, es la sangre blanca del reino
vegetal. Sin ella todo se seca. Penetrando nuestro mundo visible, también podríamos
hallar otra Sabia: la vida con sabor de regalo, don que se difunde y difunde sin cesar. Si palpamos su presencia, nuestra visión se dilataría, nuestro yo aprisionado, se
hallaría en el umbral de su túnel. Como otear el océano desde un cerrojo. Somos
lo que vemos, sentimos y pensamos. Pero, somos más en las realidades que nos circundan:
ser hijos de esta tierra preñada de
riquezas y del polvo de las estrellas. Paradójicamente dicho: nuestra mayor
grandeza es ver nuestra ínfima pequeñez ante el cosmos infinito, la generosidad
ilimitada de la creación.
La
vivencia de amar, sentirse amado, es la evidencia pura de la gratuidad,
trasparenta el valor inapreciable de cada persona. Las personas se aman por lo
que son, incondicionalmente. Sería repelente escuchar: “te amo porque eres millonario”,
“te amo febrilmente porque tu cuerpo me atrae”.
Repugna, un “amor por conveniencia”, ¿forzar al vinagre que sea aceite?. Sin embargo, algunas culturas asumen el matrimonio por conveniencias. ¡Las
conveniencias saben disfrazarse!.
Engendrados
en la plenitud de un abrazo. Nacemos con
el sello único de la individualidad e interdependientes con nuestros semejantes. La magia del amor es pulsarnos a sintonizar, convivir
con los demás. La Declaración de los Derechos Humanos (acordada por todas las
naciones 1948), en su primer articulado, proyecta una visión trascendental: no
sólo somos semejantes sino “que debemos obrar en relación unos con otros con
espíritu de fraternidad”. Emblema el valor integral del ser humano. Aquellos
pilares de la Revolución Francesa: “Libertad,
2.-igualdad, fraternidad” nos entregó
el indescifrable sentido de la fraternidad. ¿De qué fuentes provienen los
susurros de la fraternidad?.
El
ser humano no es un “recurso”, y no soslayamos las épocas de esclavitud. Pero hemos
evolucionado a ser menos transables. Hoy ya se concibe el ser humano como un
valor en sí mismo, no tiene precio. Y su realización, su educación no es para
ser de mercancía. Es así que comprendemos
por qué en no pocos países su educación, su salud son gratuitas. Y la Política, afín a la vida humana en sus
interdependencias, de buscar en común el Bien Común de la Polis, no puede estar
al arbitrio de poderes que responden sólo a intereses individuales. La Política es de liderazgo social. El
servicio público es de misión sagrada, pues está dada por las conciencias de
sus electores. Por ello es un don ético servir a la comunidad, como lo es el don ético
de educar. Forjar conciencias insobornables,
es ser parte del concierto de la naturaleza que se recrea y desarrolla en
donación.
Es
ineludible traer a colación una visión complementaria: en la perspectiva del
amor cristiano universal, el valor
supremo de la persona sobrepasa los límites del pensar común al exhortarnos a
amar incluso a nuestros enemigos. Las
personas de uno y otro bando, siguen siendo personas. Así las guerras nos hacen
seres absurdos.
Hace
dos mil años, irrumpió un llamado de Paz a “los hombres de buena voluntad”. Y,
tenemos refulgentes testimonios en nuestra época: Un Mahatma Ghandi, Martin
Luther King, Nelson Mandela, verdaderos Everest
del espíritu humano. Pero, lo que supera todo, es la vocación de servir a los
“varados, marginados de la sociedad”. Son miles los diamantes, amantes de los
seres humanos desposeídos, entre ellos
nos resplandecen: una Teresa de Calcuta, un Padre Alberto Hurtado.
Con
ocasión de los primeros debates nacionales sobre la gratuidad en la educación,
el Sr. Presidente de la República, Don Sebastián Piñera expresó: “En esta vida
nada es gratis”. Su definición interpretaba a no pocos chilenos. La
mercantilización de la vida es lo que hemos respirado en estas últimas décadas.
Todo es transable, todo tiene su precio.
Desde tal paradigma se establece la Sociedad como Mercado. Esta visión impregnó tanto a la Sociedad que
la gratuidad ha perdido su esencia.
(Sólo los recordados “Pingüinos” la restablecieron en el lenguaje ciudadano).
Todo tiene su costo si no, carece de
valor. A. Machado versaba: “El necio confunde valor y precio”. Impera quién
“tiene más”, la meritocracia, la jerarquización, la segregación. Lógicas que hoy
son dogmas.
Sin
embargo, la realidad vital, nos desnuda: ¿Qué mérito hicimos para venir al
mundo?. ¿Qué mérito hacemos para que nos ilumine el sol y la luna?. ¿Qué mérito es de la humanidad para coronarse
de flores, de aves, peces, de cielos
3.-estrellados?. ¿No dependemos de
cada pulsación gratuita?. Descubrir la
vida es más que “ganarla”, es recrearse en ella. Sus “milagros”, sus metamorfosis no se
“pagan”, se retribuyen en gratuidad.
Violeta Parra, cantaba: “Gracias
a la vida que me ha dado tanto…”, es como un himno universal. Pero, su vida fue
más de espinas que de rosas, y, sin embargo sus “dos luceros”, develaban los
dones esparcidos en la marcha de sus
pies cansados.
La
“Cultura de la muerte” no es por la sobrevivencia, es porque exilia la vida humana como
convivencia para dar paso a una vida de competencia. Motoriza el mercado. Se compite para derribar al contendor. Se compite para superar
a otro, no así mismo. La competencia genera redes de ansiedades, es un bullir insaciable. El consumo por el
consumo nos consume, ahoga el espíritu que es sed de infinito, de apertura,
don. ¿Reconoceríamos que inhalamos “una
cultura de muerte”?. Vemos cómo el estrés nos disminuye, nos opaca,
y “se desestreza” con más estrés. Las “catarsis de agresividad” que vemos en el
mundo deportivo, en las exigencias y
metas siempre mayores del mundo laboral: ¿reflejan una civilización de calidez
de vida?. No sólo el vértigo llevó
a Mc luchan a su expresión que recorrió
el mundo: “Paren este mundo que me quiero bajar”. Los estallidos sociales de los Indignados en
los cinco continentes si bien, quedaron como estallidos, sus esporas del “sí,
podemos” se alojaron en el alma colectiva”.
Hay un mundo que está muriendo que no termina de morir, y otro que está
naciendo que no termina de nacer en búsqueda
del espíritu que hemos perdido.
Está
en nuestras manos rescatar lo que nos pertenece y brindárselo a las próximas
generaciones. Lo que es la familia para
la Sociedad, lo es la Educación para el desarrollo social. La formación humana
imbuida del espíritu de gratuidad gratifica su tarea de estudiar, de saber, de
investigar. Estudiar sin condicionantes
subalternas es más enjundioso que estudiar por fines compensatorios. A. Einstein aconsejaba: “Nunca consideres el
estudio como obligación, sino como una oportunidad para penetrar lo bello y
maravilloso del mundo del saber”. Lo
primordial del ser humano es comprenderse comprendiendo su mundo. La sabiduría
japonesa lo explicita: “Aprender quiere decir unirse a las cosas y sentir su
íntima naturaleza”. Vale decir adentrarse en los tejidos esenciales de las
cosas y enriquecerse compartiendo las experiencias con los demás. En ello se
acrisola el respeto por la diversidad de visiones y se forja la solidaridad que
sustentará una sociedad más inclusiva.
Pero
la dramática profanación cometida a la Educación fue: instrumentalizarla como
medio para batirse en el mundo laboral competitivo. Atrofiarla con rendimientos
cuantitativos y centrarla en la adquisición de conocimientos, y, no en los
procesos de reflexión, de asimilación de los educandos. Los resultados de una
educación adulterada, no dejan de ser “al final del día”, una de las mayores
influencias, o quizás la mayor, para
vivir un mundo más oprimido que liberador: tenemos un mundo de complejas voracidades, ya es
innegable que en los últimos cuatro siglos la humanidad ha agotado los recursos
fósiles acumulados durante cientos de millones años. Un planeta depredado, un mundo donde más
flamean las banderas bélicas que de la paz. Un mundo que ha endiosado la economía.
Así entonces, estamos lejos de un mundo entre semejantes y, menos aún, fraterno. ¿Será posible que eduquemos para una
sociedad que deseemos?. Los cambios nos
invaden como tsunamis, mientras la Pedagogía y sus programas no renuevan la
visión de nuestro destino humano. La
gratuidad como eje educacional está más
allá “de los pagos y copagos”, está en sintonía con sabios educadores de “moros
y cristianos”. Aprender de la riqueza incomensurable de la
creación para identificarnos con ella y dejar de ser “extranjeros e invasores
de ella”.
Aristóteles
(S.IV.AC) definía que el ser humano vive como ser humano por el ejercicio de la
razón y de las artes. La tarea del
pensar, para el mundo oriental, se logra en la más profunda inactividad, de
quietud. Pensar, silencia la mente. El filósofo Hoerderlin
versaba: “pensar lo más hondo, es amar lo más vivo”. El arte plasma los ritmos del alma. La
esencia del arte es “inútil”, vale decir, no es para ser “usado”, el arte se admira, se contempla, no se posee.
Pensar, Crear Arte, Vida son brindis, simplemente se brindan, invitan seducen. La belleza genuina del arte trasciende tiempos
y espacios, extasía los ojos de los más diversos idiomas, hermana las más
diversas idiosincrasias. La gratuidad nos
sustancia en lo más sublime del sentir, del pensar, del parto artístico. El espíritu se plenifica en su sintonía con
lo ilimitado: lo respira en los campos, en las cimas, en las verdades que
iluminan, en las bondades que ensanchan corazones, en las auroras y ocasos. ¡Cómo nos congregan los eclipses
solares!, ¡Cómo también nos consternan
las tragedias estén donde estén!. ¡Somos
Uno!, pese al afiebrado trajín que nos dispersa, y nos opaca la vida. Late una
evolución por la unidad de la humanidad: La globalización nos ha convertido en
una aldea y la tecnología ha plegado todas las distancias. Pero, de ella A.
Einstein veía su reverso: ”Temo el día en que la tecnología sobrepase a nuestra
humanidad. El mundo sólo tendrá una generación de idiotas”. Einstein
aludía al sentido que podríamos convertirnos en zombis. Conectados con las máquinas, desconectados
con los próximos.
Paul
Claudel versaba: ¿de qué sirve la vida si no es para darla?”. Gabriela Mistral, en su poema “El placer de
servir” muestra a Dios como “El que sirve”.
Parecería entonces que, “quién no vive para servir, no sirve para
vivir”. Estos asertos nacen de la vida,
desde la semilla que desaparece creciendo. Balbuceaba ya desde millones de años,
antes del aparecer del hombre. El cenit de la creación culmina con el ser que
aprende de sí mismo, que aprende de su relación con la tierra, que aprende a
aprender y va modificando sus hábitats.
El ser humano es un hijo, no sólo de sus padres, sino de la vida, del
universo. “Somos el ojo de la tierra que
se ve así misma”. Mas también, somos
nuestros propios ojos que llamamos conciencia.
En ella radica el destino humano, como del planeta. Nos revolotea un pensamiento: “abejas, una
sociedad que para sobrevivir fabrican miel. Los
5.-humanos, una sociedad que para
sobrevivir crean conciencia”. Desde este
núcleo vital irradian los derechos humanos. Sólo desde este núcleo vital la Humanidad evolucionará hacia el Concierto de
las Conciencias. No es una ilusión, es una exigencia de herencia a nuestros
hijos. Las crisis que nos envuelven nos
lo demandan.
La
naturaleza, desbordante de dones para “buenos y malos”, para asesinos y santos
nos protegen y nos nutren en gratuidad, la madre natura nos provee para hacer
nuestras vidas. Este paraíso lo perdemos cuando
lo invertimos: en poseer y poseer, dominar y dominar. Poseemos a las personas, y nos adueñamos de
este cosmos que nos cobija. Estos verbos
succionan la felicidad humana, y hacen de nuestra casa tierra un hogar intoxicante,
violento, y violentos en sus climas.
Los
Países que honran a sus mártires, a sus
héroes, a sus hijos que día a día entregan sus vidas, trabajando por el Bien
Común, serán países con el néctar de la calidez de vida. Sí, la
generosidad de la gratuidad de la creación seguirá vislumbrándose, pese a nuestras cegueras, y hasta que el sol
también descanse.
NOTA:
Esta
exposición es precedida de dos transparencias: “El viaje fantástico” que
muestra la realidad desde el “micro al macrocosmos” aprox
8 minutos. Un video sobre la velocidad de la tierra girando en torno al
sol. Aprox 5 minutos.
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