Pedro Aranda Astudillo
Fundador de la Corporación Gen
Si bien el Reino Vegetal se
nutre de desechos por sus raíces, la Flor de Loto es tan singular que las
sabidurías ancestrales la invistieron de
un sentido sagrado. Presente en los jeroglifos del mundo oriental. Sus semillas
son longevas y reposan en aguas cenegadas, en fangos, turbias de lodo. Para el Budismo y el Hinduismo les representa “la iluminación”, la
“impecabilidad” que emerge de las condiciones más contrarias a su esplendor, a
su belleza, a su fertilidad.
Nuestra humanidad ha sido
cual Flor de Loto: Son innumerables las personas que desde sus condiciones más
precarias se han erguido como faros para el mundo. Más aún, han dado sus vidas
dejando sus estelas sapienciales, han sido emblemas de liberación de sus
pueblos. Insoslayable es no mencionar Aquel hijo de carpintero, que inflexionó
la historia, asumió el ciénago de la maldad humana con su bondad y fue
crucificado, pero igual afloró abriendo
sus brazos de paz para la fraternidad humana.
Las realidades que han
rumbado nuestra existencia ya no solo
pertenecen a individualidades ejemplares, nos convertimos en “hombre lobo para
el hombre”, sentencia grabada en las incesantes guerras, en las carreras nihilistas
de las armas, en los abismos entre los que más tienen y los que tienen menos.
Nuestro planeta, el más maravilloso del
sistema solar, su armonía está convulsionada por las incoherencias de sus
huéspedes.
De tantas violaciones a la
madre tierra, hoy nos saca un virus que nos trastornó nuestras cualidades humanas más
propias: respirar libremente, abrazarnos,
aislarnos entre nosotros, desplomarnos de nuestras seguridades… .
¿Podremos resurgir como
personas, como sociedad para una renovada convivencia?
Pablo Neruda versaba: ”la
vida es un pez preparada para ser pájaro”. Nosotros, pese a la sumisión que
estamos, escuchamos los latidos de nuestro corazón (¡quizás como nunca antes!),
latidos que sean como de las raíces
donde fluye la vida que puja
incesantemente hacia el sol. Sentir la vida por nuestras venas a
cada respiración, a cada inspiración por
donde nos entre la belleza del bien vivir, del compartir, nos
sobrepondría a la pesadumbre de nuestras limitaciones, al peso de
nuestros egoísmos… No es anodino sentirlo, ha sido el impulso de pueblos y
naciones que se han levantado de sus devastaciones…
Si la Flor de Loto desde su sublime humildad y elegancia ha sido
inspiración de sólidas culturas ¿no es ya la ocasión de aprender de nuestros
ancestros fieles a sus ejemplares raíces?
Escuchar los mensajes inenarrables de la madre naturaleza. Nacimos de ella, pero al corto andar le dimos
la espalda e hicimos un mundo inmundo…
Cabe aquella parábola del hijo que dilapidó los bienes recibido de sus padres, al
quedarse vacío… retornó a su fuente de
vida que lo esperaba…
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