martes, 10 de junio de 2025

Pedro Aranda Astudillo




 Retrato emocional de Pedro


Conozco a Pedro desde hace muchos años, y siempre he sentido que en su mirada hay algo que va más allá de lo visible. Hay en él una inquietud profunda, como si llevara dentro una brújula que apunta con firmeza hacia lo que es justo, lo que es verdadero. No habla por hablar; habla porque algo dentro de él no le permite callar frente al dolor de los otros, frente a la decadencia moral que tanto lo hiere.


Pedro siente, y siente hondo. Le duele su país, le duele ver cómo se erosiona la dignidad humana, cómo se normaliza la mentira, la trampa, la indiferencia. Su palabra no es amarga, pero sí cargada de tristeza consciente. Y, sin embargo, nunca deja de creer. Cree en las personas, cree en la posibilidad de despertar, de sanar, de recomenzar.


Tiene una sensibilidad ética que no se aprende en los libros. Es algo que brota de su forma de estar en el mundo. Le conmueve la falta de conciencia como si fuera una enfermedad del alma. Por eso escribe, por eso habla, por eso no se conforma. Porque sabe que el silencio también puede ser cómplice.


Pedro no se ha vuelto cínico, aunque ha visto mucho. No se ha endurecido, aunque ha sido testigo de tantas decepciones. Se mantiene íntegro, con el corazón alerta, con la esperanza a flor de piel. Él cree, de verdad, que educar es sembrar conciencia. Que mirar con compasión al otro es el inicio de la paz. Que solo si nos sinceramos, podemos construir algo duradero.


Cuando lo escucho, no solo escucho ideas. Escucho a un hombre que ha vivido, que ha pensado mucho, pero sobre todo que ha amado mucho. Un hombre que no se ha rendido. Un ser humano cuya conciencia no se ha eclipsado.


Isabel Costa

Monitora Teatro Terapia



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