HUMANIZAR LA HUMANIDAD (II)
“El animal no se puede desanimalizar, los humanos se pueden deshumanizar”. J. Ortega y Gasset. “¿Qué cosa extraña es el hombre: nacer no pide, vivir no sabe, y morir no quiere”? Estas brevísimas y nítidas sentencias nos ahorran comentarios. Sólo cabe decir que el smog que respiramos no viene sólo de las contaminaciones de hidrocarburos, sino además de una convivencia humana densamente brumosa, y sus llagas más profundas son los miles de miles de millones de seres humanos crucificados por las injusticias, por los absurdos bélicos y por las “egocracias”, “partidoscracias” que nos convierten unos contra otros.
Humanizar la humanidad nos exhorta a no volver la espalda a lo más prístino de nuestros orígenes esenciales. Nuestra llave de sol para el pentagrama de existir en convivencia humana proviene que fuimos engendrados en el abrazo de amor de nuestros padres. (Salvo que se haya concebido por lo que filósofo griego Séneca advertía: “que tu cuerpo no sea la tumba de tu alma”)
Ser concebidos desde el éxtasis del amor es la aurora misma de la vida. En el reino de la flora y fauna también vemos cómo los progenitores paren y cuidan a sus crías, cómo nacen los árboles y flores de la tierra. La vida desde los engendros, de los nacimientos son los verdaderos himnos de la ternura.
Por la ternura aprendemos a dar los primeros pasos, a robustecernos para emprendernos en la propiedad de ser y convivir. Así como es tan fácil perdernos sea en las calles, sea por confusiones, nuevamente nos asoman los consejos paternos, de los amigos para abrirnos los ojos. Más aún, se hace presente aquello: “si recuerdas haber ofendido, deja tu ofrenda al lado y ve a reconciliarte con tu prójimo”.
¿Estamos idealizando la vida ”dulcificándola” en medio de las crudas realidades que vivimos? cuando hemos asumido como verdad incuestionable “la ley del más fuerte” y como hecho de la causa sobreviven los más fuertes, “los exitosos”.
También es un hecho cómo sufren profundamente los hijos por las desavenencias de sus padres. Qué decir de las Tragedias griegas con sus cadenas interminables de venganzas… lecciones para hoy.
Los pantanos que hemos creado, de ellos no saldremos. Las COP 25 nos demuestran que al llegar el punto que debemos abstenernos de un beneficio personal o nacional se nos atrofia la conciencia del bien común global, que todos dependemos de todos.
Nos creímos por siglos que éramos el rey de la creación y pasamos a ser sus depredadores. Cortamos el amoroso cordón umbilical con la tierra, con los mares, con los cielos ¿Qué somos con sed sin agua? Sólo el amor creador nos dispuso de todo para continuar con ÉL la evolución del reino de la vida, del reino del amor. Más que la opción de “ser o no ser, es amar o no amar, servir o no servir”. Humanizar o abortarnos como humanos.
Humanizar la Humanidad es una exigencia de sobrevivencia.
HUMANIZAR LA HUMANIDAD (III)
“La gota de agua puede saber que está en el océano, pero a menudo olvida que el océano está en ella”.
Los hijos de la tierra sabemos que vivimos en ella, pero olvidamos que venimos desde miles de miles de millones de años, que integramos el universo en cada uno de nosotros.
Desde nuestros pies se levanta una constelación de estrellas que son nuestras células y cada uno de sus órganos son unos planetas en torno al sol de nuestra conciencia. No somos sólo la familia humana, también “¡ una familia estelar !”.
Nuestra dramática tragedia humana es vivir desconociendo esta magna realidad que nos abrasa como el mar a la tierra. Desconocer nuestra realidad humana y sernos ajenos unos de otros, nos envenenamos de absurdos.
“El mayor de los límites… es tener miedo de vernos por dentro, encontrarnos con rincones ingratos. O, ¿El temor de vernos tan pequeños ante la magnificencia de la creación? Blas Pascal decía: “Ante el Todo somos nada, ante la nada somos todo”. Vea y sienta el cielo estrellado… nos acaricia una dulce humildad.
Si las abejas fabrican su miel, polinizan, fecundan el reino vegetal, los humanos tienen como panal su conciencia donde amasan su bondad, su libertad. ¡Pero no todos entran a su panal! son quienes siembran abrojos en sus entornos, succionan voluntades, los frutos de los demás…
Nuestra civilización se encuentra en una coyuntura de inflexión: alienar su existencia, des – humanizarse: ser entes carentes de subjetividad, entes digitales, automatizados o varados por el mundo tecnológico. U optar por “aprender a ser, aprender a pensar, sentir, aprender hacer, aprender a convivir, y agreguemos aprender para el bien común.
Verbos proclamados por la UNESCO hace décadas que marcó los pilares para la misión substancial de la educación.
La pandemia Covid-19 nos jaqueó al convertirnos peligrosos unos de otros… como las naciones con miedos a sus vecinos... y se arman.
Este virus sólo enrostra cómo vivimos. Si nos hace sufrir por no abrazar a quienes amamos, queremos, es el mismo sufrimiento de la vida atropellada por un desarrollo deshumanizador, depredador.
La vida se difunde a sí misma en donación por doquier, ¿Qué más evidente un desierto florido como el que nos visita? imaniza las fuerzas de la naturaleza, se recrea transformando los fondos marinos, las entrañas de la tierra.
El Dr Yuval Harari autor de “Animales a Dioses” nos presenta la evolución humana y nos muestra que sólo por la cooperación entre las personas, e incluso sin conocerse, como sucede en el mundo científico, ha progresado la humanidad.
¡ La cooperación como el motor de la historia! ¿También la cooperación, la bondad misma, no es la potencia del amor humano? Cuando empujamos al unísono ¿no nos atraviesa una corriente de alegría, el júbilo de sobreponernos?
Hay Naciones que se han levantado de sus devastaciones por la corriente del bien común…
Volver a ser personas, humanizar nuestra civilización, establecer redes de cooperación ante todo desafío es lo más elemental y coherente para redescubrirnos en ser lo que somos. La vida es amorosa u o dios a, palabra que involucra lo contrario a Dios.
“Es grande ser grande, más grande es ser persona”. Carl
Rogers.
Las cosas son para usarlas, las personas son para amarlas.
El engaño de nuestro espejismo: amamos las cosas, y usamos las personas.
Las posesiones nos poseen más que nosotros a ellas.
El esplendor
robótico, los sofisticados armamentos
¿opacan la existencia humana? Las personas se valoran por sus ingresos
en la mercantil sociedad. Lo útil de las cosas la traspasamos a las personas: escuchamos ¡es un inútil! ¡Son millones los
descartados, los marginados!
Aristóteles, filósofo griego que reluce en la historia acertó: “El Género humano vive por la razón y el arte”.
La razón discierne las coherencias y el arte sublima lo humano: “hacer por amor al arte”. El arte de amar es inhalar las anchuras de la gratuidad. El arte sólo se contempla. Aprender a valorar todo lo que es en sí mismo sin mixturas de conveniencias, es el arte de vivir.
El ego salga de su jaula al encuentro del
nosotros…
Jiddu Krishnamurti (+1986) un sabio prominente de la India, amante de la transparencia de la vida nos deslumbra:
“El pensamiento construyó una
cultura de agresión, de competencia y guerra, y también este mismo pensamiento
busca el orden y la paz. Pero el pensamiento nunca hallará el orden y la paz,
haga lo que haga. El pensamiento parcializa, debe silenciarse para que el amor
exista”.
Así también el Papa Francisco en “Hermanos Todos”: “el sistema
económico no solucionará los quebrantos sociales porque su base son las
desigualdades…”
El amor es una vivencia: en la sana convivencia natural del hogar, ni los padres e hijos se relacionan por temores, ni menos utilizarse entre ellos.
Son fluidas y armónicas sus
relaciones de reciprocidades. No hay que
“hacer méritos” para obtener las confianzas pues reina las transparencias:
basta una mirada y nos damos cuenta cómo está el hijo, la mamá. Sensibilidad necesaria para abordar tareas
con los demás.
“Si ves el mundo con la mente, es una comedia, si lo ves con
el corazón es una tragedia, si lo ves
con el alma es un paraíso”. Nuestros
cuatro capítulos ven al mundo desde esos
ángulos.
Si “los árboles no nos dejan ver el bosque” y nos abruman
los vendavales tendremos que seguir nuestra eterna brújula de
valores: la bondad es el lenguaje que
nadie sin excepción lo comprende y nos
ensancha el alma; la verdad y no menos compasiva “nos hace libres”; y la belleza que todo magnetiza nos seduce,
“lo esencial es invisible a los ojos, sólo se puede ver bien con el corazón”,
decía un Principito.
Estos valores son nuestra sal y miel.
La civilización humana ha peregrinado con las cuatro estaciones del año.
Estaciones que también reflejan nuestras vidas.
Post
pandemia nos queda el desafío más revolucionario y luminoso: Recrearnos con las
diferencias, reconocernos que somos de la misma carne y sangre, nadie levante su mano contra nadie. Las manos son
para entrelazarlas, ellas son de
riquezas infinitas: hacen todo y de todo y nada retienen, la vida misma en
nuestras palmas humanas.
Como nos lo recuerda Gabriela Mistral 'la humanidad es algo que todavía hay que humanizar'. Vale la pena hacerlo tanto por la memoria de quienes ya no están, por lo vivimos hoy y por las generaciones que vendrán, manos a la obra!
No hay comentarios:
Publicar un comentario