sábado, 2 de mayo de 2020

Y también… el virus de la violencia





Pedro Aranda Astudilo, Fundador de la Corporación Gen.     27 de Abril 2020.



Ciertamente que el coronavirus nos trastornó el planeta.  Su siniestro poder es llevarnos a la muerte a moros y cristianos y al confinarnos arrastró el mantel de la mesa mundial.  

El Presidente Putin de Rusia anunció una cumbre para una reprogramación de la gobernanza mundial.   

Somos 6.000 millones de habitantes, entre afectados y fallecidos  aproximadamente  un millón y medio. 

La trascendencia del coronavirus,  logró hacernos sentir cadáver en vida sin excepción. No así a los astronautas que rondan el planeta.
Los humanos en su mayoría doblan sus rodillas ante una inminencia mortal, cualquier  viviente por su instinto de conservación también huye de una amenaza mortal.

¡Qué podemos decir del virus de la violencia?: no viene de ningún país, no es invasor, ¡vive dentro de cada ser humano!,  nos daña mucho más, desde que nacemos se desarrolla en nuestra alma mientras vaya inhalando el smog de la violencia de sus entornos sociales, culturales.   

Las violencias se cuajan como las de los volcanes, tarde o más temprano que tarde, revientan, estilan sus lavas, sus toxinas por doquier.

Los humanos “somos depósitos” de infinitas vivencias y percepciones y “las excretamos en conductas”, en el  decir del filósofo Gurdijeff. 

Sin una educación que desarrolle la conciencia, somos seres sin filtro y nuestras emociones solo serán reactivas a sus estímulos.

La cultura que vivimos nos “empuja”, diría nos estimula a imponernos sobre los demás: las primacías del hombre sobre la mujer, quien más tiene sobre el que menos tiene, el que sabe más sobre el que menos sabe… 
Mas la vida se resiste a ser dominada, si la oprimes brotará por otro lado… 
Este virus de violencia socaba lo más íntimo de la sociedad: el hogar.  

Es la pandemia más extensiva del planeta, países que lucen altos índices per cápita a su vez con altos índices de violencia intrafamiliar, como los subdesarrollados.

El confinamiento mundial ha desnudado también la deprimente realidad: se están casi duplicando las denuncias con el agregado del alcohol.

En Chile aparte del coronavirus paralelamente resurgen los vandalismos que dramáticamente se asoman como invencibles. 
La pendiente nihilista grita por una democracia que sea capaz de defenderse a sí misma. 
El llamado más profundo de la humanidad y de nuestro amado país es aplanar la curva de infecciones, pero sobre todo de aplanar la curva de las desigualdades. 

La evidencia de hoy nos muestra que sin el personal de salud, sin aquellos que contribuyen al anhelado bien social, estaríamos todos condenados, así también sin los que más tienen  no se vierten hacia sus “hermanos menores” igual sus fortunas serán la arena de sus vidas.  

El juicio del cuerpo planetario como el del Divino nos interpela insoslayablemente.  



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