Pedro Aranda Astudilo, Fundador de la Corporación Gen. 27 de Abril 2020.
Ciertamente que el coronavirus nos trastornó el planeta. Su siniestro poder es llevarnos a la muerte a
moros y cristianos y al confinarnos arrastró el mantel de la mesa mundial.
El Presidente Putin de Rusia anunció una
cumbre para una reprogramación de la gobernanza mundial.
Somos 6.000 millones de habitantes, entre
afectados y fallecidos
aproximadamente un millón y
medio.
La trascendencia del coronavirus,
logró hacernos sentir cadáver en vida sin excepción. No así a los
astronautas que rondan el planeta.
Los humanos en su mayoría doblan sus rodillas ante una
inminencia mortal, cualquier viviente
por su instinto de conservación también huye de una amenaza mortal.
¡Qué podemos decir del virus de la violencia?: no viene de
ningún país, no es invasor, ¡vive dentro de cada ser humano!, nos daña mucho más, desde que nacemos se
desarrolla en nuestra alma mientras vaya inhalando el smog de la violencia de
sus entornos sociales, culturales.
Las
violencias se cuajan como las de los volcanes, tarde o más temprano que tarde,
revientan, estilan sus lavas, sus toxinas por doquier.
Los humanos “somos depósitos” de infinitas vivencias y percepciones
y “las excretamos en conductas”, en el
decir del filósofo Gurdijeff.
Sin una educación que desarrolle la
conciencia, somos seres sin filtro y nuestras emociones solo serán reactivas a
sus estímulos.
La cultura que vivimos nos “empuja”, diría nos estimula a
imponernos sobre los demás: las primacías del hombre sobre la mujer, quien más
tiene sobre el que menos tiene, el que sabe más sobre el que menos sabe…
Mas la
vida se resiste a ser dominada, si la oprimes brotará por otro lado…
Este virus
de violencia socaba lo más íntimo de la sociedad: el hogar.
Es la pandemia más extensiva del planeta,
países que lucen altos índices per cápita a su vez con altos índices de
violencia intrafamiliar, como los subdesarrollados.
El confinamiento mundial ha desnudado también la deprimente
realidad: se están casi duplicando las denuncias con el agregado del alcohol.
En Chile aparte del coronavirus paralelamente resurgen los
vandalismos que dramáticamente se asoman como invencibles.
La pendiente
nihilista grita por una democracia que sea capaz de defenderse a sí misma.
El
llamado más profundo de la humanidad y de nuestro amado país es aplanar la
curva de infecciones, pero sobre todo de aplanar la curva de las desigualdades.
La evidencia de hoy nos muestra que sin el personal de salud, sin aquellos que
contribuyen al anhelado bien social, estaríamos todos condenados, así también
sin los que más tienen no se vierten
hacia sus “hermanos menores” igual sus fortunas serán la arena de sus vidas.
El juicio del cuerpo planetario como el del
Divino nos interpela insoslayablemente.
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