29 de Octubre 2016
Pedro Aranda Astudillo
Los primeros pálpitos de la democracia provienen desde 4
siglos A.C. Heredamos aquella cultura
griega “del pueblo, con el pueblo, para el pueblo”. Se congregaban en el aprendizaje del diálogo,
su sabiduría de pueblo se engendró de pensar en común. Ordenaban su civilidad
en la vivencia de comunidad.
Ciertamente aquellos tiempos permitieron las instancias de
esas convocatorias participativas. “La
evolución" de la civilidad a nuestros días
ha desarrollado sus Instituciones, sus estructuras han adquirido una
preeminencia sobre las personas, la ciudadanía.
Las personas asumieron encandiladamente el rol de consumidores, se
inclinaron al poder del mercado que irrigó todas las venas sociales. Triunfar
socialmente es mostrar posesiones de todo tipo y servirse de la sociedad. El tejido que pertenecemos a una misma
naturaleza, como lo dice el 1° Art. De los Derechos Humanos que nos debemos
tratar fraternalmente, hoy es sólo fantasía literaria.
Tal autosuficiencia
eclipsa la conciencia.
No nos engañemos: la mayoría es un ardiente cómplice de un sistema robotizante cuyo
dios es el señor dinero. El reverso: sus corrupciones, sus colusiones, sus
abusos, las impunidades, las desigualdades son tan pestilentes que ya no
podemos soportarlos, ni soportarnos. El
hastío, la impotencia, la desconfianza
margina. “El voto de castigo” sólo es
reactivo.
Se ultraja la libertad identificándola por el poder de
elegir. Los animalitos con sus instintos también eligen. ¿Cabe alguna duda que las elecciones son un
tejido de manipulaciones y condicionamientos?.
No en vano la caja de votos llámase urna, sinónimo de ataúd. El informe de las Naciones Unidas de la
democracia de los países, para el nuestro, nos demuestra cuán lejos estamos de
ser un País democrático en su sentido más real de la palabra. La nuez
se secó aunque se pinte su cáscara.
¡Benditas crisis que nos horaden hasta reencontrarnos con
nuestra alma!. Quizás, una educación
humanizadora e incluyente sea esas raíces que levantan cementos y también
llegue a diversificar la economía.
Pero, hace
décadas José Ortega y Gasset profetizaba “la revolución de las masas”. Las raíces podrán tardar pero, terminan
levantando pavimentos.
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