... al Colegio de Profesores para que este planteamiento sea transferido como carta al Sr. Obispo Alejandro Goic y también se presente como carta abierta pública.
Antofagasta 8 de Julio 2008.
Sr. Obispo Alejandro Goic:
Nos dirigimos a Ud por ser un Pastor que tiene la admiración de una mayoría de chilenos. Su estatura moral, su sabiduría para expresar sus convicciones vuelca nuestro clamor para que Ud pueda representarnos en despertar la conciencia ciudadana ante la coyuntura que ahora ha convocado el Ministerio de Educación para “pensar en la educación pública”. Sentimos que mejor sería pensar en la educación en Chile pues sus planes y programas y sus objetivos es para todos los chilenos y todos son medidos por una misma vara. Vara que a su vez crea diversas exclusiones y por ende muy cuestionable. Sin temor de exagerar podríamos decir que los establecimientos educacionales ya son industrias que preparan individuos a obtener resultados probatorios para ingresar a la universidad. Consecuentemente a ello se ha derivado un torrente de mercantilización de la educación.
Vuestra preocupación vocacional por “los pobres no pueden esperar” nos permite suponer que sería equivalente su preocupación por la llamada educación pública, cuya existencia está tan vulnerada y que tuvo que ser remecida por los propios “pingüinos” entumidos por la indiferencia social que les fue insoportable.
Sr. Obispo, cuando Ud hizo su llamado a Chile, a los chilenos por un sueldo ético, provocó un sismo de alto grado en la opinión pública especialmente en el empresariado, en el Gobierno, en la clase política. Su llamado tuvo tal repercusión por su autoridad moral, y, porque puso el dedo en la llaga, apelar a la conciencia ética. Vale decir, al atributo más esencial del ser humano. Como Ud. sabe, Educar es preeminentemente el trabajo ético por antonomasia. Formar personas es de trascendencia universal, y, para los creyentes quienes asumen que toda persona posee un sello divino.
Se dice que “los árboles no dejan ver el bosque”, también los múltiples factores que se debaten en torno a los problemas que le hemos creado a la educación chilena nos tienen confrontados y no nos dejan ver el camino. La Ley General de Educación enviada al Congreso en su primera instancia debió ser complementada después con reforzamientos a la educación pública. Tal omisión no deja ya de ser inadmisible pues, reflejaba el imperio de una mentalidad distante del reconocimiento de la educación como un bien común prioritario que por ende compromete consubstancialmente al Estado. Nos debemos una autocrítica transversal: ¿Qué educación han recibido chilenos que le dan las espaldas a otros chilenos?. ( La agresividad imperante ¿no nos evidencia que respiramos un sistema competitivo de todos contra todos en desiguales contiendas? ).
Por ésto invocamos a su sapiencia de Pastor para centrarnos en el epicentro de la tarea de educar. Consideramos que la calidad de la educación nace desde su origen ético, de las relaciones entre educando y educador y la familia. Por tanto toda su arquitectura y condiciones de gestión deben ser congruentes y consistentes con esta tríada.
Sócrates fue condenado a tomar la cicuta por despertar las conciencias, Cristo llevado a la cruz por enarbolar el amor sobre las leyes de su tiempo. Recordamos las palabras del insigne Papa Juan Pablo Segundo en la UNESCO: “Existe en el mundo una renuncia sistemática a la sana ambición de ser persona” y en su intervención desarrollaba una afirmación aristotélica que el ejercicio de la racionalidad, el arte y la cultura podía llevar al ser humano a su sitial de señor de la creación, agregando que la ética, más que un imperativo, es la vocación irrenunciable a ser. “Llegar a ser el que soy”, cual sencilla semilla: desde sus adentros hacia sus plenitudes.
Monseñor Goic, ¿podría Ud. representarnos ante la conciencia nacional de rescatar el valor ético de la educación para reencontrarnos en una real solidaridad?. ¿Que los niños, los jóvenes de Chile, que los hijos de nuestros hijos puedan y sepan desenvolverse ante una galopante deshumanización en un planeta ya tan herido?, ¿Que las generaciones venideras puedan erguirse hacia lo alto por sus sólidas raíces?.
Reciba Monseñor Goic nuestra gratitud, también por los que vendrán pues, la historia sabe agradecer a los sembradores de justicia y paz. Los educadores por vocación creemos firmemente que otro mundo valórico es posible. Que debemos aprender y enseñar a crear más vida, y más lejana del absurdo.
Antofagasta 8 de Julio 2008.
Sr. Obispo Alejandro Goic:
Nos dirigimos a Ud por ser un Pastor que tiene la admiración de una mayoría de chilenos. Su estatura moral, su sabiduría para expresar sus convicciones vuelca nuestro clamor para que Ud pueda representarnos en despertar la conciencia ciudadana ante la coyuntura que ahora ha convocado el Ministerio de Educación para “pensar en la educación pública”. Sentimos que mejor sería pensar en la educación en Chile pues sus planes y programas y sus objetivos es para todos los chilenos y todos son medidos por una misma vara. Vara que a su vez crea diversas exclusiones y por ende muy cuestionable. Sin temor de exagerar podríamos decir que los establecimientos educacionales ya son industrias que preparan individuos a obtener resultados probatorios para ingresar a la universidad. Consecuentemente a ello se ha derivado un torrente de mercantilización de la educación.
Vuestra preocupación vocacional por “los pobres no pueden esperar” nos permite suponer que sería equivalente su preocupación por la llamada educación pública, cuya existencia está tan vulnerada y que tuvo que ser remecida por los propios “pingüinos” entumidos por la indiferencia social que les fue insoportable.
Sr. Obispo, cuando Ud hizo su llamado a Chile, a los chilenos por un sueldo ético, provocó un sismo de alto grado en la opinión pública especialmente en el empresariado, en el Gobierno, en la clase política. Su llamado tuvo tal repercusión por su autoridad moral, y, porque puso el dedo en la llaga, apelar a la conciencia ética. Vale decir, al atributo más esencial del ser humano. Como Ud. sabe, Educar es preeminentemente el trabajo ético por antonomasia. Formar personas es de trascendencia universal, y, para los creyentes quienes asumen que toda persona posee un sello divino.
Se dice que “los árboles no dejan ver el bosque”, también los múltiples factores que se debaten en torno a los problemas que le hemos creado a la educación chilena nos tienen confrontados y no nos dejan ver el camino. La Ley General de Educación enviada al Congreso en su primera instancia debió ser complementada después con reforzamientos a la educación pública. Tal omisión no deja ya de ser inadmisible pues, reflejaba el imperio de una mentalidad distante del reconocimiento de la educación como un bien común prioritario que por ende compromete consubstancialmente al Estado. Nos debemos una autocrítica transversal: ¿Qué educación han recibido chilenos que le dan las espaldas a otros chilenos?. ( La agresividad imperante ¿no nos evidencia que respiramos un sistema competitivo de todos contra todos en desiguales contiendas? ).
Por ésto invocamos a su sapiencia de Pastor para centrarnos en el epicentro de la tarea de educar. Consideramos que la calidad de la educación nace desde su origen ético, de las relaciones entre educando y educador y la familia. Por tanto toda su arquitectura y condiciones de gestión deben ser congruentes y consistentes con esta tríada.
Sócrates fue condenado a tomar la cicuta por despertar las conciencias, Cristo llevado a la cruz por enarbolar el amor sobre las leyes de su tiempo. Recordamos las palabras del insigne Papa Juan Pablo Segundo en la UNESCO: “Existe en el mundo una renuncia sistemática a la sana ambición de ser persona” y en su intervención desarrollaba una afirmación aristotélica que el ejercicio de la racionalidad, el arte y la cultura podía llevar al ser humano a su sitial de señor de la creación, agregando que la ética, más que un imperativo, es la vocación irrenunciable a ser. “Llegar a ser el que soy”, cual sencilla semilla: desde sus adentros hacia sus plenitudes.
Monseñor Goic, ¿podría Ud. representarnos ante la conciencia nacional de rescatar el valor ético de la educación para reencontrarnos en una real solidaridad?. ¿Que los niños, los jóvenes de Chile, que los hijos de nuestros hijos puedan y sepan desenvolverse ante una galopante deshumanización en un planeta ya tan herido?, ¿Que las generaciones venideras puedan erguirse hacia lo alto por sus sólidas raíces?.
Reciba Monseñor Goic nuestra gratitud, también por los que vendrán pues, la historia sabe agradecer a los sembradores de justicia y paz. Los educadores por vocación creemos firmemente que otro mundo valórico es posible. Que debemos aprender y enseñar a crear más vida, y más lejana del absurdo.
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